Wednesday, July 28, 2010

Wishing...

I won't say your name not cuz I'm ashamed of putting it between my lips but cuz I know it's not needed. You're simply one of the people I've loved the most, I care for you & you'll always be important to me no matter how far we are from each other.
It hurts me to see you holding your broken heart between your hands, it sucks to know that no matter what I say your heart won't stop bleeding. 

Just want you to know that even when I'm not there to give you a hug and let you cry in my shoulder not a day goes by that I don't wish I could do something to make you feel better.

I could tell you the classic things, you know? The shit people always says when your heart is broken, but I know they're nothing but crap; old crap we both know well. I won't say those classic words this time, instead I'll just let you know you can count on me. I promise I'll listen without judging you & that I'll do m y best to draw a smile on your face. I'm sure the day will come when your heart doesn't feel the pain in such a bad way & when that time comes I'll be there for you, to laugh, to celebrate that the wound has healed. 

Love you lots ♥

P.S. Wish I could take away your pain & fill in your heart with joy. Just know I'm always with you.

Monday, July 12, 2010

El perdón y las costras...

Esta es la historia de una niña sumamente orgullosa a la que le costaba mucho, pero mucho trabajo el pedir perdón. No crean que le era difícil sólo por el orgullo, en realidad el problema de esa personita va mucho más allá del sentimiento de vulnerabilidad. Resulta ser que para ella el reconocer la metida de pata era algo relativamente fácil, es decir, cuando se le pasaba la histeria podía ver con claridad que había sido grosera o que había lastimado a alguien; aquí el problema no era el reconocerlo sino el poder expresarlo sin sentir que la otra persona quisiera restregarle en la cara el hecho de haberla regado. 

Esa niña orgullosa le dió por nombre a ese sentimiento "la costra". Las razones son simples; para ella el haber lastimado a alguien que quiere, venía -inevitablemente- acompañado de un sentimiento de culpa que causaba automáticamente una herida; esta herida empezaba a curarse con el tiempo que la niña dejaba pasar para poder buscar las palabras adecuadas y disculparse con la "certeza" de que su falta le sería perdonada cuando la persona afectada escuchara la sinceridad en sus palabras. 
La niña orgullosa repasaba una y otra vez la forma de decir las cosas y la forma en la que ella creía que la otra persona reaccionaría. Cuando por fin llegaba el día en que la niña tenía el valor necesario para tragarse el miedo al rechazo, y que se animaba a pedir disculpas de la manera más sincera que ella conocía pasaba lo que ella tanto temía. La otra persona empezaba por criticar el comportamiento pasado y  feo que la niña había tenido; ella aguantaba, trataba de evitar una reacción negativa porque sabía que en cierta forma se merecía esas palabras; pero como toda herida al cicatrizar hace costra, las palabras de reclamo de la otra persona eran como uñitas que que le rascaban y le rascaban a esa costrita formada. La niña seguía intentando soportar sin decir nada, pero recordemos que ella es muy orgullosa y el orgullo -casi siempre- viene acompañado del instinto de preservación que te hace subir la pared de la autodefensa, generelamente haciéndote atacar de nuevo... y lo que debió haber sido una disculpa sincera acabó en una costra removida que en lugar de dejar la cicatriz de la enseñanza y del arrepentimiento, deja una herida más grande que requiere mucho más tiempo en crear costra y ganas de mostrar el lado arrepentido. 

A esa niña la conozco bien, vive en esa parte de mi a la que le cuesta trabajo mostrarse vulnerable; esa parte que ama fingir frialdad y que se esconde en la trivialidad de su triste realidad. 
No es que no le guste pedir perdón, lo que no le gusta es que no la dejen intentarlo.